lunes, 7 de octubre de 2013

Las clases

Aunque repasando otras entradas de este grandísimo blog pudiera no parecerlo,  en Seúl no son todo vacaciones, comida poco digestiva y Steve Aokis.  Puede parecer chocante pero entre todo  ese jolgorio los estudiantes de intercambio también debemos asistir a clase de manera regular. Esta firma invitada se encargará de ser consejero sobre lo que uno puede esperar  al compartir pupitre con los coreanos.

Lo primero es la puntualidad y la asistencia. El sistema coreano se basa en unas simples pero estrictas premisas:
-No puedes faltar a  más de 4 clases al semestre o es un suspenso, al parecer las enfermedades incapacitantes y la muerte sobrevenida son excusantes pero yo no me la jugaría.
-Asistir es llegar a clase A LA HORA.  Llegar a la hora española, esto es a la hora  más 10-15 minutos,  se considera ausencia. En este caso mejor quedarse en el bar a sorber fideos.
-El primer día eliges asiento, no puedes cambiar de asiento pues se vincula a tu  asistencia. He visto  coreanos hacer cola delante del aula por más de 45 minutos esperando reservar butaca en primera fila como si se tratara de un concierto de Justin Bieber. Te resultará más fácil si relajas tus pretensiones hasta el fondo de la clase y buscas una “chinita” mona o un francés de ojos claros para compartir mesa… estará atrapada/o contigo por todo un semestre.
-La asistencia es medida por un pequeño y silencioso individuo llamado teaching assistant, el ojito derecho de todo profesor, de cuya voluntad y generosidad dependerá tu suspenso. Intenta hacerte su amigo, guíñale el ojo o chócale los cinco como si hubieras nacido en Brooklyn, y controlarás el juego.

¿Pero todo esto para qué?  Las primeras sensaciones en clase varían según cada alumno y profesor (la mayoría) bastante competentes. Mi profesora de Psicología, coreana doctorada en USA, reconoció tras 5 minutos que su nerviosismo, de por sí evidente por su respiración profunda y sus manos temblantes, le impedía dar la primera clase en inglés.  Aguantar una hora y media de psicología en coreano no resulta tan estimulante como podría parecer.  Otros profesores advierten de primeras que su clase es demasiado complicada como  para que los “diablos extranjeros” puedan entenderla, entonces te recomendarán dejarla. Todo un estímulo tras más de 2 meses  suplicando a tu coordinador universitario poder escoger esa asignatura que tanto te motivaba entonces.

¿Cómo son los alumnos entonces? La mayoría son tan tímidos que preferirían ir de picnic a Corea del Norte antes de pronunciar palabra durante las horas lectivas. Todo esto a pesar de los intentos desesperados del profesorado por recibir respuesta (o sonido alguno) a las  más triviales de sus preguntas.

Sin embargo, lo que  más me llama la atención en clase es un extraño superpoder que sólo una dieta a base de arroz y vegetales fermentados podría proporcionar. El observador atento súbitamente percibirá a ese estudiante ¡SÍ! aquél que has visto tomando concienzudamente  apuntes durante media hora en su Samsung de última generación mientras su grabadora  de voz hacía el resto, le empieza a pesar la cabeza,  entrando de lleno en  estado REM, dando cabezazos de abajo a arriba (este último más violento), hasta que termina la clase. La mayoría lo pone en práctica y a nadie parece importarle, inténtalo tú y prueba de que pasta (o fideos) estás hecho.

Espero que el post haya servido para transmitir, lo más personalmente posible,  la caótica, confusa, chocante  pero increíblemente positiva  experiencia de asistir a una clase universitaria en Corea del Sur.

Fdo. Jaume Casajuana

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